Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, cada español consume en torno a 18 kilos de pescado al año. Y el verano es la época preferida para disfrutar de este manjar marino, más si estás en un sitio de costa. El pescado se convierte en protagonista de ensaladas ligeras, ceviches refrescantes y parrillas improvisadas al caer la tarde. Ahora bien, ¿cómo saber cuándo el pescado está fresco de verdad?
La frescura del pescado, cuestión de sabor y salud
No es sólo cuestión de gusto. Comer pescado fresco -incluyendo crustáceos y moluscos- es una forma de asegurarte de que lo que entra en tu cuerpo no sólo es sabroso, sino también seguro. El pescado en mal estado puede ser una bomba de relojería para la salud, provocando desde malestares estomacales hasta intoxicaciones graves, como la histaminosis o la anisakiasis.
Además, un pescado recién capturado conserva mejor sus propiedades nutricionales. Omega-3, proteínas de alta calidad, fósforo, vitaminas del grupo B… Por el contrario, todos estos nutrientes disminuyen si el producto no se ha conservado bien o ha perdido frescura con el paso de los días.
Y hablemos de sabor. ¿Has notado alguna vez que el pescado no sabe a mar, sino a nevera? Eso es frescura perdida. Cuando conoces cómo saber cuándo el pescado está fresco, tu paladar lo nota. También lo agradecen tus platos: la textura es firme, el sabor es puro y el aroma invita a repetir. Y tu bolsillo, evitando pagar de más por productos que no son de primera calidad.
¿Cómo saber cuándo el pescado está fresco?
Detectar si el pescado está en su punto óptimo es más fácil de lo que parece, ya sea en la pescadería del barrio o en ese restaurante que te juraron que tenía producto recién llegado de la lonja. Solo hay que aprender a observar, oler y tocar. Aquí te van trucos infalibles que te ayudarán a cómo saber cuándo el pescado está fresco.
🐟 En la pescadería
¿Eres de comprar pescado y marisco para prepararlo en casa? Fíjate en estos detalles:
- Ojos brillantes y saltones. Si los ojos del pescado están hundidos o apagados, huye. Un pescado fresco tiene los ojos como canicas: redondos, húmedos y con vida.
- Branquias rojo intenso. Abre las branquias (sí, puedes pedirlo). Deben estar rojas, como vino tinto. Si son marrones o grises, el pescado ha pasado su mejor momento.
- Piel brillante y firme. La piel tiene que tener ese brillo metálico que refleja la luz. Si está opaca, pegajosa o deslustrada, mala señal.
- Carne elástica. Presiona ligeramente con el dedo. ¿Vuelve a su sitio? Perfecto. ¿Se queda hundido? Eso es señal de que no es tan fresco como parece.
- Olor a mar, no a pescado. Suena contradictorio, pero el pescado fresco huele a agua salada, a mar, no a “pescadería”. Si el olor es fuerte o ácido, mejor no lo compres.
- Cola y aletas enteras. Un pescado fresco mantiene su forma. Las aletas no deben estar rotas ni secas, y la cola debe estar flexible.
- Escamas bien adheridas. Si al pasar la mano las escamas se desprenden con facilidad, ese pescado ya ha vivido más de lo que debía fuera del agua.
- Vientre cerrado y sin hinchazón. Evita los ejemplares con el vientre abultado, abierto o con líquido. Son signos de descomposición interna.
- Aspecto general “vivo”. Aunque esté muerto, un pescado fresco parece que podría nadar de nuevo. Si parece “abatido”, deséchalo.
- Etiqueta clara y procedencia local. Fíjate en la etiqueta: fecha de captura, zona FAO y método de pesca. Cuanto más transparente sea la información, mejor.
🍽️ En el restaurante
Si sueles disfrutar de los productos del mar fuera de casa y no quieres que te den gato por liebre, ten en cuenta estas pautas:
- Consulta sin miedo al camarero. Pregunta qué pescado es del día y cómo fue capturado. Si duda o responde con evasivas… alerta roja.
- Textura al cortar. Un pescado fresco no se deshace al tocarlo con el tenedor. Si parece puré o se rompe como hojaldre seco, es que no estaba tan fresco.
- Sabor definido. El pescado fresco sabe a mar, no necesita esconderse bajo salsas. Si lo sientes insípido o gomoso, algo no va bien.
- Color natural. El pescado cocinado debe tener un color que corresponde a su especie. Si ves tonos extraños o demasiado grises, desconfía.
- Olor sin sobresaltos. Acércate al plato: debe olerte a costa, a brisa, a vacaciones. Si hay un tufillo rancio o intenso, desconfía.
- Raciones coherentes. Si siempre pides merluza y ese día te lo traen en versión XL, sospecha. El pescado fresco suele ser más limitado y de temporada.
- Carta con especificaciones claras. Fíjate si indica “pescado del día”, “captura local” o “procedente de lonja”. Son buenas señales.
- Precio justo. Si el pescado fresco está sorprendentemente barato, algo no cuadra. La calidad tiene su precio, y más si es producto de mar.
- Presentación cuidada. Un restaurante que respeta el producto lo presenta con cariño. Fíjate en los detalles. Esa pecera con las langostas o esa vitrina con los peces son evidencias para saber cuándo el pescado está fresco.
- Reputación del lugar. Investiga. Si es conocido por su pescado fresco, las probabilidades juegan a tu favor.
Ya hemos desvelado cómo saber cuándo el pescado está fresco, ¡nuevo superpoder desbloqueado! ¿Quieres más trucos sobre alimentación saludable, recetas marineras o cómo maridar un buen pescado con aceite de oliva virgen extra? Suscríbete a nuestro blog y descubre un océano de posibilidades gastronómicas.